r e l a t o s u c i o

 

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TXIQUIM ©

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"Si me vuelve a hablar otra vez de su jodida pistola juro que le parto la cara"

 

Cuando todo el mundo dormia yo salia de mi habitación. Con un ruido silencioso cargué mi maleta y abandoné sin pagar el hostal.

La estación estaba abarrotada de soledad y mi tren ya estaba partiendo. Bajé al andén y empezé a correr tras él. Traté de mover las piernas lo más rapidamente posible para alcanzar el último coche del comboi. Me picaba la garganta al inspirar y me dolia la espalda cada vez más. Estiré la mano que me quedaba libre y subí al tren en marcha. Como en las películas. Pero la puerta estaba cerrada. Algún pasajero que me vió tuvo que tirar de una anilla de emergencia para detener el tren y solo entonces pude entrar. Pensé que deberia dejar de fumar y hacer ejercicio a diario. Las pajas no contaban como deporte.

Un camarote con ocho asientos, mucha carne humana y poco aire respirable. Menos espacio aún para estirar las piernas. Ante mi un joven atlético, con nariz chueca y aplastada, como de boxeador. La sangre me habia subido a la cabeza debido a la carrera, el tren se tambaleaba como un barco en el puerto y el tipo ese estaba ansioso por algún motivo que yo desconocia.

-Y con esto son veinte minutos de retraso -dijo él.

-Si, parece como que algun hijo de puta ha hecho frenar el tren -contesté.

Tres estaciones y un paso a nivel más tarde ya me habia dicho que era militar, que llegaria tarde al cuartel por culpa del tren, que en sus dias libres trabajaba como guarda de seguridad, que desde pequeño practicaba todo tipo de artes marciales y que la cicatriz que tenia en la mano no se la hizo durante un servicio, sinó que fue jodido travesti que le clavo una navaja después que él le rebentara los huevos de una patada.

-Pues yo solo quiero dormir un poco -le dije yo cuando él me pregunto alguna increible estupidez.

Pero ese estupido cabrón no se dio por aludido. Y ahí seguia yo, no pudiendo cerrar los ojos como hacian los otros seis tipos del camarote, teniendo que soportar un aburrido monologo de un frustrado maricón.

-... y aquí -se tocó su cadera- en el lado izquierdo es donde va mucho mejor llevarla. Porque si hay que sacar la porra rapidamente va mejor hacerlo de esta forma -hizo un gesto con el brazo y me dio un imaginario golpe con su invisible porra- ¿Lo ves? Así, con la derecha -de nuevo el aburrido gesto pero esta vez a camara lenta- Además, para cuando lleve pistola me la pondré en el otro lado -se tocó la otra cadera- así podré desfundarla también con la mano derecha -y me dió un imaginario tiro con su inivisible pistola.

 

-Y si quieres sacar la pistola y la porra a la vez, ¿como lo vas a hacer si solo usas la mano derecha?

El tipo hizo una pausa. Pensó unos segundos. Ingoró mi pregunta y continuó de nuevo su monólogo como si yo no estuviera allí.

-...Un primo mio guardia civil me ha dicho que en un par de meses puedo obtener el permiso de armas, y que si me dan el titulo de guardia jurado en la academia ya podré llevar pistola con el uniforme...

Pensé que fuera deberia hacer un frio enorme, pero que allí dentro apestaba a calor humano. Pasaron varias estaciones y un par de pasos a nivel más. El tipo ese ahora me hablaba de técnicas de defensa personal. Para hacerme una demostración en vivo me hizo salir del camarote y me puse ante el en medio del pasillo del tren. Agradecí el aire fresco que entraba por la ventana, pero entonces el tipo ese se abalanzó hasta mi, me agarró el brazo de una forma estraña y me torció la muñeca.

-¿Lo notas? -el hijoputa me estaba rebentando el hueso- Ves, si aprieto un poco más te puedo romper la muñeca. Y si.. -un nuevo movimiento brusco- ...hago así -mi codo crujió de dolor- te puedo partir el codo en dos.

-Ah...!!!

-Pero lo mejor es que aún me queda una mano libre para atarte con las manillas -gesto imaginario con sus correspondiente herramienta invisible-. Y si fueses un prisionero de guerra incluso te podria matar con un solo golpe en el tabique nasal... mira... justo aquí...

Aquel estupido desgraciado alzo su brazo y apoyo la palma de su mano bajo mi nariz. Tensó su bíceps y presionó con fuerza hacia el interior de mi cerebro. Y yo, sin técnica alguna, alzé con fuerza mi única pierna libre y le asesté un golpe de rodilla de lleno en sus genitales. El tipo salió despedido hacia atrás, se golpeó la cabeza con la barandilla del pasillo y perdió el conocimiento en medio de un creciente charco de sangre.

Antes que llegará el forense yo ya estaba declarando en la comisaria correspondiente. Argumenté defensa propia, pero sabia que lo tenia dificil, más aún tratándose de un militar. Pero como no habia testigos despiertos y yo tenia evidentes marcas de violencia en el codo y la muñeca, me dejaron el libertad hasta próximo aviso. Salí de la comisaria y pasé por la estación en busca de la maleta que los policias habian olvidado llevarse conmigo. Nadie sabia donde estaba mi equipaje. Seguramente alguno de aquellos seis testigos durmientes se habria apoderado de ella.

Antes de salir de la estación tropezé con una vieja fea. Me preguntó si buscaba una pensión para dormir a la vez que me daba un papel de color amarillo donde habia apuntada la dirección de ese antro.

-Si no hay que pagar por adelantado, de acuerdo.

(26/11/01)