r e l a t o s u c i o

 

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ÀLAM

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SUCIEDAD FUTURA O MANIFIESTO PARA EL AMOR

 

Las sesiones con el psiquiatra cada vez resultaban más duras. Había días en que yo mismo creía lo que me decía…

Al salir de la cárcel, no encontré mi lugar. Ya no había tiendas con dependientes, los atracos a mano armada resultaban un tanto absurdos, y por más que reventara cabezas de androides, nunca obtenía nada de ellos. Nada más que aquel olor a aceite de máquina chamuscado y chispas, aquellos párpados metálicos y hieráticos y aquella mirada de máquina muerta, pero nunca dinero. Había pasado tanto tiempo en prisión que el mundo había cambiado sin pensar en mi.

Continué leyendo el horóscopo… Sección amor… Nada mejor que sección trabajo. Nunca he creído en esto pero sirve para matar el tiempo. Mi novia había quedado atrás, leí en alguna parte que se había casado. Pero no me pusieron en prisión por robar, este era mi trabajo normal… En los momentos libres me dedicaba a las conquistas. Siempre he tenido buena mano con las chicas. Primero las localizaba, las seguía, y en una rápida intervención las invitaba a salir. Normalmente decían que no, pero siempre terminaba por conquistarlas. Terminábamos follando en medio de la calle, en un rincón oscuro, debía taparle la boca para que sus gemidos no despertaran sospechas. Tenía muchas novias. Cualquier mujer era una presa fácil, y todas caían rendidas a mis encantos.

Hoy en día había cambiado todo. Después del toque de queda, nadie salía de su casa, resultaba difícil encontrar mozuelas dispuestas a un rato de sexo. Básicamente imposible.

La condena fue por violación en más de treinta casos. Una exageración, teniendo en cuenta que eran mis novias… y que habían disfrutado lo suyo.

Yo le cuento todo a mi psiquiatra, pero no sirve de nada.

Hoy en día se ve que existen unas máquinas que te follan mejor que una persona. Decidí probar.

La puta máquina estaba llena de líquidos, los bichos se pegaban en un tumulto de ungüento viscoso.

No pude meterla.

Así que opte por volver a visitar a mi ex-novia. Lo nuestro siempre había sido platónico. Nada de sexo. La quería mucho. Era como un ángel. Nuestra relación se había basado en llamadas telefónicas. No hablábamos. Pero no hacía falta. Sabíamos de nuestra presencia. Escuchábamos el respirar del otro. Luego cambio de teléfono pero olvidó decírmelo, cambió de casa pero no se acordó de darme su nueva dirección, creo que yo le gustaba de verdad. Pero el amor es así, yo no quería atarme a ella y la dejé partir.

Si de alguna cosa me arrepentí en prisión fue de no haber continuado nuestra prometente relación. Así que la localicé de nuevo.

Continuaba tan bella como siempre. Más aún. Volvimos con las llamadas. Algún día le dejaba flores en su entrada, y un día nos encontramos en el ascensor. Me sentía platónico de nuevo, Romeo a mi lado era un mierda.

Pero me han vuelto a poner en prisión. Las terapias son ahora más duras.

Doctor-Imagínate a tu amante. ¿La ves? Cierra los ojos concéntrate… Piensa en sus ojos, sus pupilas… el color de sus ojos. Sus labios. Piensa en su sonrisa. En su piel. Piensa en su tacto. Recuérdalo. Recuerda su sabor, su olor. Inspira. Fuerte. Más.

Piensa en sus pechos, sus pezones. Se endurecen. Su cintura. ¿Cómo es su cintura? Acaríciala. Suavemente. Su ombligo. Baja. Un poco más. Sus nalgas. Las piernas, lisas, delicadas. Acarícialas también. Observa su silueta. Su pelo suelto.

Piensa que estáis en una playa. Desnudos. Las olas salpican contra ella. Sus senos alborotan un mar de espuma. El sol brilla. Piensa, piensa…

Ahora imagínatela desnuda. En tu cama… CAGANDO y VOMITANDO sobre ti. Estáis en una cama de mierda. Los olores te suben a la cabeza. Algo se atraganta en tu garganta.

Vomitas sangre.

Mírale la cara, su rostro desfigurado por la asfixia de los gases putrefactos. La ves ahora tan bella. ¡Mírala! ¡Bésala! ¿Qué ocurre? ¿No quieres? ¿No te apetece?

Esto es que no la quieres.

Así de simple me soltó el puto psiquiatra su rollo de mierda. Y yo me lo trague. Vomité en su consulta. Vomite sangre. Vomite en mi cama. Y cada vez que me viene a la memoria el recuerdo de su conversación vuelvo a vomitar.

Este a sido mi castigo por amar. Bueno, hoy en día uno no se deja amar. Así que siempre debe haber alguien que tome la iniciativa, pero esto también está mal visto. También se castiga. A veces entre tragos de vomito y coágulos de sangre me pregunto dónde iremos a parar…

(Febrero 2002)